Isabel conoció a Javier en una fiesta, se enamoraron y tienen una relación seria desde hace más de un año. Ahora han sabido que sus padres son parientes, no saben si se van a poder casar o si eso va a suponer un problema de salud a sus futuros hijos.
Este es un caso más habitual de lo que parece, así que vamos a tratar de solventar algunas dudas comunes que se plantean respecto a la endogamia o la unión entre personas de la misma familia.
¿Podemos casarnos si somos primos?
Existen algunas diferencias entre las normas civiles (Código Civil) y las de la Iglesia Católica (Derecho Canónico). Veamos lo que se establece en cada caso:
Matrimonio civil.
En España, según el artículo 47 del Código Civil, los parientes hasta el tercer grado colateral (por ejemplo tíos y sobrinos) no pueden casarse entre ellos. Solamente en el caso que se argumente “justa causa” el Juez de Primera Instancia puede dispensar dicha prohibición.
Tampoco se permite el matrimonio entre parientes en línea recta ya sea por consanguinidad o adopción (padres e hijos, abuelos y nietos, etc…)
Sin embargo, no existe ninguna limitación si la relación es de cuarto grado de parentesco, de modo que los primos hermanos pueden contraer esponsales entre ellos legalmente en el Registro civil.
Se permite también el casamiento entre una persona adoptada y un miembro de su familia biológica y por descontado tampoco existe ningún impedimento para celebrar una boda entre primos segundos o terceros.
Hay que tener en cuenta que estás normal legales son válidas para España, sin embargo en otros países pude ser diferente.
Por ejemplo, en los Estados Unidos, los matrimonios consanguíneos siguen prohibidos en 31 estados, y lo mismo ocurre en otras zonas como las dos Coreas, China o Taiwan.
Matrimonio eclesiástico.
El derecho canónico también prohíbe las nupcias entre parientes en línea recta por consanguinidad o adopción (por ejemplo entre padres e hijos) y entre parientes colaterales hasta el tercer grado (por ejemplo entre tíos y sobrinos).
Ahora bien, así como la prohibición del enlace matrimonial entre padres e hijos, entre abuelos y nietos y entre hermano es absoluta y se considera incesto, la prohibición de casarse entre tíos y sobrinos sí puede ser dispensada por el Papa.
¿Por qué están mal vistas las relaciones entre parientes?
Se calcula que aproximadamente uno de cada diez matrimonios que se celebran en todo el mundo se da entre primos hermanos y primos segundos. Mientres que en África y algunas partes de Asia es algo muy habitual, en Latinoamérica hay muchas reservas respecto a este tipo de parejas.
Existe el temor de que la descendencia de los matrimonios endogámicos –los formados por miembros de la misma familia- nazcan con algún tipo de malformación genética o un retraso mental; tanto es así que en muchos países las parejas formadas por parientes reciben reproches constantes de su círculo cercano, muchas veces un tabú por razones religiosas.
Sin embargo, a pesar de que las relaciones entre primos son muy cuestionadas, las últimas investigaciones científicas desmienten que el riesgo de tener un hijo con malformaciones sea tan grande como se pensaba.
¿Puede realmente afectar a los hijos?
Estudios recientes parecen confirmar que los niños nacidos de matrimonios entre primos tienen solamente alrededor del 2% más de probabilidades que cualquier otra persona de tener malformaciones genéticas, sin embargo sí que se aprecia un aumento importante en los casos de muerte súbita entre bebés hijos de padres consanguíneos.
Es obvio que las posibilidades de desarrollar una enfermedad hereditaria a partir de una alteración genética se multiplican cuando ambos progenitores son portadores de dicha alteración genética; este es el caso, por ejemplo, de la fibrosis quística, dolencia más frecuente en casos de relación familiar entre los padres.
Se trata de una cuestión de lógica matemática: en el genoma de una persona existen dos copias de cada gen, una heredada del padre y otra de la madre. Para que se desarrolle este tipo de enfermedad congénita es necesario que las dos copias del gen estén mutadas. Cuánto mayor es el grado de consanguinidad, mayor es por tanto la probabilidad de convergencia de ese gen mutado, heredado de un mismo antepasado común.
Al mismo tiempo, en los casos en que se reincide en la endogamia durante varias generaciones, el riesgo de transmitir una malformación a los hijos se reproduce exponencialmente.
Este hecho se ha podido comprobar estudiando la genealogía de ciertas dinastías reales europeas. Cabe recordar que en épocas pasadas, los emparejamientos entre parientes se repetían con el fin de que las posesiones familiares permanecieran en la propia familia, por ese motivo era una práctica muy arraigada entre familias reales y nobles.
Uno de los casos más conocidos es el de la dinastía de los Austrias, cuyo último integrante fue el Rey Carlos II, el ‘Hechizado’, hijo de Felipe IV y de Mariana de Austria, quien sufría innumerables malformaciones y enfermedades hasta el punto que no fue capaz de dejar un heredero al trono debido a su esterilidad.
Los retratos de la época muestran una clara deformidad facial, con una enorme nariz y una prominente mandíbula. Precisamente sus padres eran tío y sobrina, con el agravante de la consanguinidad acumulada ya por sus ancestros en las generaciones anteriores.