Nodrizas y matronas han sido claves en la Historia, sin embargo no son lo mismo, sino que ambas desarrollan actividades bien diferenciadas, aunque a menudo se confunden.
Una nodriza, es por definición, una mujer que amamanta o cría niños que no son suyos. Se les ha llamado también “amas de cría”.
Una matrona es una mujer que, con mayor o menor conocimiento en la materia médica, asiste a otras mujeres durante el embarazo y especialmente en el momento de dar a luz. También se le conoce como partera, comadre o comadrona.
Desde la antigüedad se conocen casos de madres que no han amamantado a sus hijos, dejando que otras mujeres lo hiciesen en su lugar.
Las nodrizas eran muy comunes en la Grecia clásica, hasta el punto que Platón (427-347 a.C.), las recomendaba incluso más que las propias madres.
También durante el Imperio Romano, la mayoría de mujeres nobles se valían de nodrizas para criar a sus hijos. De esta época es la obra “Gynecia, tratado de referencia de la Ginecología y la Obstetricia”, que describe minuciosamente las cualidades que debía tener la nodriza ideal, en cuanto a alimentación y costumbres.
Cabe citar la creencia generalizada de que características físicas como el aspecto y espirituales como las creencias religiosas o el carácter afectaban a la calidad de la leche y a la transmisión de posibles enfermedades.
Se creía que además de alimentarse , mediante la leche el bébe adquiría el carácter, de manera que era necesario que la nodriza reuniera todos aquellos valores que se suponían correctos
También en el Corán, y en las Partidas de Alfonso X el Sabio (1221-1284) se detallan las características idóneas de las nodrizas reales.
Es interesante tener en cuenta la relación entre lactancia y fecundidad dado su carácter anticonceptivo, por el que la maternidad se limitaba en muchas ocasiones a una frecuencia bianual entre las mujeres de las clases más bajas. Por el contrario, las mujeres de clase media-alta, que solían dejar la alimentación de sus hijos en manos de nodrizas tenían un mayor índice de maternidad.
Entre los siglos XVII y XIX se produce en toda Europa un auge en el uso de nodrizas, tanto por las mujeres de la aristocracia para poder atender sus obligaciones sociales como por las madres de las clases populares para poder trabajar.
Ya a finales del siglo XIX, los avances en la fabricación de leche artificial van lentamente haciendo innecesario este método de crianza, aunque éste fue importante hasta mediados del siglo XX.
La figura de la matrona o partera siempre ha existido, desde los pueblos más antiguos, egipcios, griegos, romanos y hebreos hasta nuestros días, aunque con diferentes nombres.
Ya el Antiguo Testamento hace referencia en el Génesis y Éxodo al trabajo de las parteras, mujeres con un cierto prestigio entre la sociedad que frecuentaban las casas nobles dada la alta valoración de su trabajo.
Como curiosidad, cabe citar que en España, en el siglo XIII las Cortes de Valladolid, prohibieron a mujeres judías y musulmanas atender a madres o hijos cristianos, e igualmente a éstas criar niños de padres que no fueran cristianos.
En el ámbito rural, las matronas eran muchas veces mujeres que se movían entre la superstición, la magia y los conocimientos fruto de su propia experiencia de años de oficio, que se encargaban de proporcionar cuidados especializados a aquellas mujeres que tenían cerrada la medicina por la falta de medios.
Numerosos fueron también los casos de matronas o parteras condenadas a la hoguera acusadas de ejercer prácticas de brujería afectando a la madre o el bebé durante el parto.
En contraposición, y ya a partir del siglo XV, se les reconoce a las comadronas la potestad para bautizar en la Iglesia Católica a los recién nacidos en caso de necesidad urgente o peligro de muerte (bautismo sub-conditione), aunque en caso de sobrevivir la criatura deberá ser bautizada posteriormente por un sacerdote.
No fue hasta el siglo XV cuando se reguló la profesión en España. En 1434 las Cortes de Zamora, y en 1448 las Ordenanzas de Madrigal, dieron cartas de aprobación a médicos, cirujanos y parteras, para que pudieran ejercer libremente.
Las matronas, parteras o comadres eran expertas en los partos y la salud de mujeres y niños, y estaban vistas como figuras importantes en la comunidad. Para la mayoría de ellas esta actividad era su principal modo de vida.
A lo largo del siglo XVII, la figura masculina se fue introduciendo en la especialidad obstétrica y se inicia una gran polémica social por el hecho de que los hombres, aunque considerados más competentes por su mayor preparación académica, asistieran a los partos.
Ya en el siglo XVIII la profesión de matrona se consideraba en España como una actividad quirúrgica, algo que en el resto de Europa sucedía hace mucho, lo que significó el pase a un segundo plano de las matronas en la asistencia a los partos en beneficio de los cirujanos, en parte también debido al descubrimiento del fórceps obstétrico. Así, la actividad de las matronas quedó relegada a la población rural o de bajo nivel económico.
En 1786 se escribe el primer libro dedicado específicamente a la instrucción de las matronas: “Cartilla nueva, útil y necesaria para instruirse las matronas que vulgarmente se llaman comadres, en el oficio de partear”.
Durante el siglo XIX la actividad de las matronas derivó en la actual especialidad de Obstetricia y Ginecología (la palabra Obstetricia viene derivada de Obstetrix, que es como se llamaba en Roma a las parteras.
Ya en el siglo XX, con la verdadera profesionalización de las matronas, se asume que la formación y la investigación son clave para la realización del trabajo, de modo que se empieza a legislar sobre el tema.
En 1904 se regula de nuevo la carrera de matrona, cuando por ley se establece que “para adquirir el título se cursaran los estudios en las facultades de medicina” y en 1944 se inaugura en Madrid la primera Escuela de matronas de España: la Maternidad de Santa Cristina-
En 1954 se agrupan en uno sólo los Colegios de practicantes, matronas y enfermeras.
En la actualidad el reconocimiento a nivel jurídico-legislativo y social hacia la profesión de enfermería en general, y de matrona en particular, es absoluto, y prueba de ello es la introducción del Grado en Enfermería, equiparando dicha profesión a otras de largo reconocimiento histórico.
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