A menudo la búsqueda de información para conocer la historia familiar pone de manifiesto circunstancias sociales que llaman poderosamente la atención, como por ejemplo el evidente machismo que imperaba en la sociedad hasta hace pocas décadas, sin que eso signifique que actualmente haya desaparecido.
Aún recuerdo la sorpresa que me llevé al leer por primera vez en un acta del Registro Civil la profesión de una bisabuela, de la que se decía que se dedicaba “a las ocupaciones propias de su sexo”.
Alguien podría pensar en un caso de prostitución, pero no, a lo que se refiere es que se dedicaba a lo único que se suponía debían hacer todas las mujeres, es decir, las tareas del hogar.
De hecho esta anotación no era idea del secretario de turno sino que formaba parte del impreso oficial, de modo que no había ni siquiera la posibilidad de anotar un oficio para la mujer.
En el mismo párrafo, también impreso, ya que no podía ser de otra manera, vemos como se especifica que la mujer vivía en el domicilio del marido, dando a entender así que la propiedad era siempre de él.
Con el tiempo, y tras la consulta de cientos de documentos, queda claro que ésta era una costumbre generalizada para todos los Registros Civiles en España.
Me viene a la mente un caso concreto de una mujer, casada, contratada por la Casa Real como nodriza de una de las Infantas de la Reina Isabel II en el año 1864. Pues bien, entre los requisitos que debía cumplir esta mujer para pasar el “casting” debía contar con una carta de autorización de su marido para poder desempeñar esta tarea.
Obviamente, el marido firmó también un documento como “recibo” cuando fue a buscar a su esposa tras finalizar su período de servicio.
Esto es lo que se conocía como el “permiso marital”, que además de ser necesario para poder trabajar “fuera de su casa”, era también imprescindible para que la esposa pudiera realizar la compra de cualquier inmueble.
Legalmente, la “licencia marital” no desapareció hasta la ley de Reforma del Código Civil, el 2 de mayo de 1975.
El papel secundario de la mujer se evidencia también, por ejemplo, en censos y padrones municipales, donde en muchas ocasiones aparecen únicamente los habitantes masculinos de la localidad.
En algunas partidas sacramentales anteriores al siglo XVII, es fácil observar una diferencia importante entre la información relativa al hombre y a la mujer, omitiéndose en muchos casos los apellidos y la filiación de esta.
La siguiente “Guía para la mujer perfecta” publicada en España durante la dictadura franquista basta para ilustrar la mentalidad machista que imperaba en la sociedad. Y hablamos de hace unas pocas décadas, así que podemos imaginar la situación hace varios siglos.
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Sin embargo como en todo es cosa de culturas. Efectivamente en muchas zonas de España se guardaba en tiempos esa "primacía" del hombre sobre la mujer, por supuesto también en los apellidos de los hijos. Sin embargo he encontrado en la zona de Galicia que aquello no era tan estricto, apareciendo en sus libros muchas más madres solteras, o incluso no estándo solteras suele primar el apellido de la mujer.