En el periodo vacacional muchos nos dedicamos a la lectura de libros que estaban apilados en las estanterías de nuestras casas. Un volumen interesante es el de “Las élites en la época moderna: la monarquía española. Vol I, Nuevas perspectivas” (Universidad de Córdoba, 2009), que incita a la reflexión sobre unos aspectos muy concretos: el papel y el uso de la genealogía en las sociedades.
La obra aborda la época moderna y los usos que se han dado de la genealogía según los objetivos de cada colectivo. En este periodo era habitual una utilización altruista del orden de los mismos. También se producían muchas modificaciones y si una persona tenía un nombre o sobrenombre de connotación árabe lo ideal era su exterminio y adquisición de otro cristiano. Una aniquilación con el fin de eliminar una fe considerada errónea, tanto en el sentido de su memoria como en el mantenimiento de ese pasado.
La genealogía ocupó un papel esencial y se convirtió tanto en un arma para los poderosos –fundamentar su posición en el seno del estado- como en un instrumento para la gente más vulnerable porque permitía esconder los orígenes no deseados: judaicos o extranjeros.
Los apellidos también podían ocultarse por otros motivos sociales como el ser un descendiente ilegítimo. En muchos casos se optaba por adoptar otros que consideran apartar las posibles consecuencias que podían tener al ser un/a bastardo/a. La renuncia a sus orígenes para poder llevar una mejor vida.
Así pues, en la historia los individuos/as han buscado el enriquecimiento y su mejora social a lo largo de las décadas. Puede observarse que los parentescos y linajes se han utilizado en muchos momentos como forma de supervivencia, mejora o mantenimiento de la vida. Por otra parte, también se ha utilizado por el poder como arma de exterminio de ideales, religiones u otras cuestiones asociadas al pensamiento. El cambio de nominalización se ha considerado en muchos casos como un factor que permitía modificar el carácter e integrar a los colectivos dentro de lo dominante.
Una tesitura que parece lejana a nuestra época, pero en ningún momento son cuestiones ajenas a nosotros. En muchos casos los apellidos nos otorgan un ascenso en el trabajo o la posibilidad de acceder a una plaza dentro de la institución pública.
Los seguidores de la saga Juego de Tronos, desde una perspectiva crítica, podrán advertir afinidades con nuestra actualidad. En ella vemos la presencia constante de casas, familias y linajes históricos que intentan acceder al dominio del trono. La corrupción, en muchos casos, habla de linajes y de familias que se entregan los triunfos en espacios que simulan grandes castillos de la serie de más éxito de la productora HBO.
Los apellidos no son un mero apunte para el desarrollo de la trama sino contenedores de ideas que prevalecen en la historia: tradición, poder, pensamiento, sabiduría y derechos.
El relato exitoso enaltece la importancia de los apellidos y de forma constante se habla sobre ellos. Uno se acostumbra a escuchar reiteradamente los blasones de cada familia, los animales que la representan y las ideas a las que están asociadas. Por tanto, sus orígenes son empleados como forma reivindicativa de lo que les pertenece por tradición o historia. También los sucesos del pasado hacen peligrar la vida de los personajes y eso muestra como nos puede condicionar nuestra vida de una forma positiva o negativa.
En las pantallas estamos viendo una historia que habita en el campo de la ficción y que parece hablar de cuestiones del pasado de la humanidad, pero son temas muy latentes entre nosotros. El uso de nuestros orígenes nos puede aportar mejoras sociales y beneficios en el desarrollo de nuestra vida, pero también complicarla. Así la sociedad actual sigue desarrollando algunos de esos dispositivos, de forma más velada, de ocultación de la identidad o adopción de otra ficticia con el mismo fin de adquisición de una situación de poder.
María J. Zapater Pérez