Un estudio genealógico de antepasados ofrece muchas sorpresas. Tal vez la que más emociona es el origen desconocido hasta el momento de aquel antepasado lejano, es decir, su lugar de nacimiento. De repente, las preguntas. ¿Por qué llegó hasta aquí? ¿Por qué eligió este destino y no otro? Y, en la mayoría de casos, ¿alguien sabe situar en el mapa ese pueblo?
Tal vez a pocos se les ocurra preguntarse cómo fue la vida de sus antepasados y reconstruirla, algo que es posible conseguir aunque a veces haya que afrontar numerosos problemas en la investigación genealógica.
Uno de los principales retos es la transcripción de la escritura antigua. Según se avanza en el tiempo se hace más compleja, con abreviaturas y con expresiones muy alejadas de nuestro vocabulario coloquial. Probablemente en algunas partidas aparezcan el mismo nombre escritos de diferentes formas. Por ejemplo, José puede aparecer como Joseph, Josef o incluso como Giusep. Esto también sucede con los apellidos, por ejemplo, la X de un documento antiguo acaba convirtiéndose en G o en J: De Xea en De Gea, Ximénez en Giménez o Jiménez, etc.
El asunto se complica cuando se trata de apellidos poco comunes o de origen extranjero. Además, hay veces que los mismos apellidos pueden causar confusión por escribirse de diferente manera o por sufrir variaciones en el tiempo. En las zonas repobladas tras la expulsión de los moriscos, los morisquillos que quedaron al cargo o al servicio de los cristianos adoptaron su apellido. Es el caso de Juan Ausias, natural de un pueblo alicantino y adoptado por Juan Calderó, cuyos descendientes fueron conocidos durante dos siglos como Ausias o Calderó, indistintamente.
Y a todo esto se le puede añadir la mala caligrafía del párroco, la castellanización del apellido o la escritura según se pronuncia para estar delante de un problema que puede detener la investigación. ¿Qué hacer ante esta situación? La investigación genealógica necesita de la Historia y viceversa ya que consultando otras fuentes de archivo como los censos o publicaciones que traten de la historia local, se empieza a ver la luz. Así pues, lo más aconsejable es contactar con especialistas en Genealogía e Historia, acostumbrados a este tipo de casos reales, como el de Pedro Lavisera Sincalbres.
Según el archivo parroquial, nació Pedro en 1783, hijo de Guillermo y Ana. En la partida se indicaba el origen de los padres: él nacido en Sigrasierra y ella en Almansa, aunque los dos provenientes de Francia. La búsqueda se complica cuando una hermana de Pedro figura con el apellido Labesiera y el pueblo de nacimiento del padre es Siglasierra. Para complicar más el asunto, el apellido Sincalbres aparece escrito hasta de cinco formas diferentes. En resumen, hay muchas variantes escritas sobre el mismo apellido y sobre el pueblo. ¿Cuál es correcto? Sólo coinciden en su origen: Francia.
El Macizo Central francés es un pueblo de emigrantes. En la segunda mitad del siglo XVIII aumentó la población que dejaba la región a causa de las malas cosechas. El destino solía ser Alemania o España, concretamente Madrid, Valencia, Aragón y La Mancha. Los emigrantes trabajaban sobre todo como caldereros, llegando a formar incluso compañías entre ellos. Siguiendo esta pista, se llega a la población de La Ségalassière, en la región de Auvernia departamento de Cantal, en el distrito de Aurillac. Esta población guarda cierto parecido fonético con los nombres de las partidas y, tras la oportuna comprobación en los archivos, aparece el apellido en su modo original francés: La Bessière, castellanizado como Lavisera. Lo mismo sucede con el otro apellido: Sincalbres, castellanizado como Sinqualbres.
Desde ahí, tan sólo queda investigar, reconstruir la vida de aquellos hombres y mujeres que un día dejaron sus vidas en otros lugares para instalarse en busca de una vida mejor para ellos y sus familias, algo que al fin y al cabo se repite hasta nuestros días.
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