El hecho de que durante siglos las personas hayamos usado por norma el apellido del padre ha contribuido de alguna manera a la idea de que la ascendencia por línea paterna (llamada “del apellido” por la misma razón) tiene una importancia mayor al resto de ramas de antepasados.
Tanto es así que a menudo recibimos consultas en las que alguien hace referencia a «mi tatarabuelo» sin llegar a imaginar que en realidad tiene ocho tatarabuelos y ocho tatarabuelas, salvo casos de matrimonios entre primos, claro está.
Por suerte, la genealogía es una afición creciente y cada vez hay más conocimientos en este campo, no obstante aún hay muchas personas que no tienen clara la diferencia entre un árbol genealógico completo por todas las ramas de antepasados directos con el árbol genealógico de un linaje concreto.
Una verdadera investigación genealógica por línea paterna y materna es aquella que estudia los cuatro abuelos, los ocho bisabuelos, dieciséis tatarabuelos, etc.
Sin embargo existen empresas de servicios genealógicos que ofrecen la investigación por línea paterna y por línea materna pero limitan esta última a ¡la línea paterna de la madre!
¿Qué motivo hay para esta discriminación? ¿Acaso el abuelo paterno es más importante que el materno?¿Es que los abuelos de la madre son inferiores a los del padre?
Si nos paramos a pensar, todos nuestros antepasados directos deberían ser tratados por igual pues no existiríamos sin la participación de cada uno de ellos, independientemente de la rama que ocupen en nuestro árbol genealógico. Por lo tanto debería carecer de importancia si nos ha llegado o no su apellido.
Es obvio que por razones prácticas debemos limitar el uso de esos apellidos en nuestro día a día, de hecho aunque en España y en algunos países sudamericanos se usan dos apellidos, en la mayoría del resto del mundo solamente se usa uno.
Pero, por favor, a la hora de investigar el árbol genealógico, démosles a todos ellos la importancia que tienen e intentemos no olvidar esos apellidos que llevaban nuestros antepasados porque forman parte de nuestro ADN.
En realidad cada persona tiene una lista enorme de apellidos, la pregunta es ¿cuantos de tus apellidos conoces tú? La respuesta es clara: conoces tantos apellidos como apellidos conozcas de tus ancestros.