1. Despreciar la información familiar
Antes incluso de empezar a recopilar documentos relativos a los familiares conocidos, es interesante “entrevistar” a todas aquellas personas cercanas que puedan dar información de la familia. Es recomendable incluso preguntar a los parientes por separado para no influenciar en las respuestas y poder contrastar los datos (no siempre coinciden).
Además, conviene hacerlo cuanto antes con los mayores de la familia, nunca sabemos si mañana conservarán la memoria ni siquiera si seguirán estando con nosotros. Es importante anotar cualquier información ya que puede ser útil durante nuestro estudio genealógico.
Algunos de estos familiares incluso podrán aportar documentos u objetos interesantes (cartas, postales, fotografías, testamentos, escrituras de propiedad, etc)
2. Aferrarte a la información oral
Como hemos dicho anteriormente, la información transmitida oralmente en la familia puede ser muy valiosa, ahora bien, no debemos aferrarnos ciegamente a ella, sino que debemos tomarla como pistas y contrastarla con los datos documentados. En la mayoría de los casos coincidirán, pero no siempre es así y al fin y al cabo estas pequeñas (o grandes) sorpresas representan uno de los alicientes para comenzar a estudiar nuestras raíces.
Conviene, por tanto, ser algo escépticos, como mínimo hasta disponer de algún documento que otorgue validez a la información aportada oralmente (y si es posible más de uno, mejor).
3. Transcripción errónea de documentos
Hasta que no se tiene una cierta experiencia leyendo manuscritos antiguos, es increíblemente fácil cometer errores a la hora de transcribir un texto, confundiendo una letra por otra, o incluso palabras enteras.
Obviamente este hecho nos puede llevar a equivocarnos en nombres, apellidos, fechas o lugares, pero más allá de la inexactitud de un dato concreto, el verdadero problema nos lo encontraremos a la hora de querer profundizar a la siguiente generación en la investigación genealógica, ya que quizás estaremos buscando un apellido que no existió en realidad, en una fecha equivocada o en un lugar erróneo.
4. Cálculos incorrectos de fechas
A menudo podemos encontrar en algunos documentos la edad con la que contaban en ese momento las personas que allí aparecen. Lo que en principio supone una buena noticia puede darnos muchos quebraderos de cabeza si tomamos esa información como algo cierto al cien por cien.
Hay que tener en cuenta varios factores, como la persona quien hace la declaración, por ejemplo: un padre inscribe a su hijo en el Registro Civil y en ese momento declara su propia edad y la de su esposa, se supone en este caso que conoce bien ambas. En cambio, si la declaración la efectúa un vecino, primo, etc., las edades que aparecen en el documento pierden toda fiabilidad, puesto que muy posiblemente no las conoce con exactitud.
Igualmente, en el caso de las defunciones, en multitud de ocasiones la familia no sabe ciertamente la fecha de nacimiento ni por tanto, la edad exacta del fallecido.
Además hay que tener mucho cuidado con el cálculo de la fecha de nacimiento a partir de la edad que aparezca en una partida.
5. El Documento Nacional de Identidad
Al contrario de lo que mucha gente piensa, la fecha de nacimiento que aparece en el DNI no siempre es verídica. Aunque hoy día pueda parecer algo inverosímil, en los primeros años de funcionamiento del carnet de identidad en España no se exigía para su obtención ningún documento acreditativo del nacimiento.
De esta forma, no es demasiado extraño encontrar discordancias entre la fecha de nacimiento que aparece en un DNI antiguo y la que consta en el acta de nacimiento del Registro Civil.
Éste último es el documento que realmente prevalece en cuanto a las circunstancias del nacimiento.
Además, por lógica es mucho más difícil que se cometa un error en la fecha cuando esta hacer referencia al mismo día o unos días antes que al cabo de unos años.
6. Los cambios idiomáticos
Es posible que en algún documento se cite un lugar que no aparece actualmente en los mapas (no, Google no lo sabe todo). Tras asegurarnos de que estamos trascribiendo el nombre del lugar correctamente deberíamos pensar que es posible que en la zona se hable más de un idioma y que el nombre oficial en la actualidad sea otro.
En España este es un problema muy común en las zonas donde se habla gallego, euskera o catalán/valenciano. Posiblemente en su día se realizó la inscripción de manera literal sin conocimiento del idioma y por tanto no se escribió correctamente.
7. La división territorial
Además de los posibles cambios de nombre de lugar debido a los diferentes idiomas, podemos encontrarnos en algún caso que un determinado pueblo haya desaparecido, haya cambiado su nombre oficial o haya sido absorbido por otra localidad mayor.
También debemos contemplar la posibilidad de que exista más de un pueblo con un determinado nombre.
Como ejemplo, en España existen nada menos que 130 poblaciones llamadas Villanueva, a las que deberíamos sumar otras 24 con el mismo nombre en su versión gallega, catalana y valenciana: Vilanova.
Es necesario tener en cuenta todas estas particularidades antes de lanzarnos a buscar en un determinado sitio si no queremos dedicar un tiempo infructuoso. Existen mapas y diccionarios geográficos antiguos que nos pueden ayudar en esa tarea.
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